Érase una vez una niña llamada Alba. Era hija única y tenía muchas
ganas de tener un hermanito o una hermanita. Un día, cuando llegó del colegio,
le dijo a su madre:
- Hola mamá. ¿Por qué estás tan contenta?
- Hola hija. Tengo una buena noticia que contarte.
- ¿Cuál es mamá?
- Estoy esperando un hijo.
-¡Que bien mama! - dijo la niña abrazando a su madre.
- Hola hija. Tengo una buena noticia que contarte.
- ¿Cuál es mamá?
- Estoy esperando un hijo.
-¡Que bien mama! - dijo la niña abrazando a su madre.
Poco antes de dar a luz la madre, murió el padre. Las dos se quedaron muy tristes. A la semana siguiente, nació María .
La pequeña fue creciendo y eso no le gustaba tanto a Alba, que le pegaba y la insultaba. La madre habló con ella. La niña se dio cuenta que la madre tenía razón. Desde ese momento no le pego más.
Poco a poco fue pasando el tiempo, y la madre murió. Alba que ya era mayor se echó novio, se fue a vivir con él y se llevó a su hermana con ella. María estaba muy orgullosa de su hermana mayor.
Pasaron los años, Alba se casó y tuvo tres hijos, uno de ellos tenía poderes mágicos, aparecía y desaparecía, hacía desaparecer las cosas, podía volar y hacer volar a los demás.
Un día hubo un incendio. Un niño y su madre estaban en peligro. La madre muy preocupada llamaba a Manuel, que así se llamaba el hijo de Alba.
- ¡Manuel, Manueel!
-Ya estoy aquí – dijo, apareciendo de repente.
- Nos vamos a quemar, si no lo salvas pronto.
Manuel salvó a los dos. La madre, muy agradecida, le dijo:
- Muchas gracias por habernos salvado.
- No tienes por qué darme las gracias, siempre estaré a vuestra disposición. Adiós – dijo, y a continuación desapareció.
Manuel continuó ayudando a los demás y todo el mundo lo quería.
Claudia González Sánchez (Curso Escolar 2010- 2011)
Un día hubo un incendio. Un niño y su madre estaban en peligro. La madre muy preocupada llamaba a Manuel, que así se llamaba el hijo de Alba.
- ¡Manuel, Manueel!
-Ya estoy aquí – dijo, apareciendo de repente.
- Nos vamos a quemar, si no lo salvas pronto.
Manuel salvó a los dos. La madre, muy agradecida, le dijo:
- Muchas gracias por habernos salvado.
- No tienes por qué darme las gracias, siempre estaré a vuestra disposición. Adiós – dijo, y a continuación desapareció.
Manuel continuó ayudando a los demás y todo el mundo lo quería.
Claudia González Sánchez (Curso Escolar 2010- 2011)
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